25 oct 2018

Toshi Ichiyanagi - Opera From The Works Of Tadanori Yokoo (1969)

En 1960, una sucesión de huelgas masivas y manifestaciones violentas culminó en una crisis nacional en Japón, estimulada por el Tratado de Seguridad entre Estados Unidos y Japón, que dio a los Estados Unidos el derecho de usar a Japón como base militar y, por lo tanto, amplió la arena de la guerra fría, en el este de Asia. Los partidos socialistas, artistas e intelectuales japoneses organizaron protestas a gran escala en oposición a las autoridades. Rechazando las falacias del imperialismo japonés, esta nueva generación se enfrentó a la tarea de reconstruir su identidad cultural a partir de las ruinas carbonizadas de la historia post-atómica. 

Varios compositores y artistas japoneses se organizaron en un movimiento vanguardista radical, que se opuso a la guerra y propuso nuevas formas de arte, desarrollándose dentro de espectros experimentales, en campos de la música concreta, el avant garde, el fluxus, la electrónica, etc.; sumado a esto las fuertes conexiones que tuvieron con la escena de vanguardia norteamericana, que no hicieron más que acrecentar la música experimental japonesa y convertirla en un centro de referencia mundial. 

Este periodo de la música japonesa supo conocer momentos críticos y de transición hacia nuevas formas artísticas, nuevas visiones, nuevas formas de composición y de creación. Un lugar fundamental donde se desarrollaron estos sucesos fue el Centro de Artes Sôgetsu, de Tokio, un centro neurálgico para el arte en el que artistas, músicos, diseñadores, críticos, escritores e intérpretes se reunieron bajo un mismo lema, probar nuevas prácticas experimentales y dialogar sobre nuevas direcciones en las artes. El centro estuvo abierto entre 1958 y 1971, funcionando con mayor fuerza entre los primeros años de la década de los 60s, especialmente entre 1960 y 1964, proporcionando a pequeños colectivos, a menudo poco estructurados, condiciones favorables para la creación de redes artísticas y sociales, brindando un espacio para que los artistas pudieran reunirse y colaborar de forma que hubiera sido imposible en museos, salas de conciertos o contextos académicos tradicionales.


El edificio, diseñado por Tange Kenzo, incluía una sala de conciertos, un estudio de grabación y música electrónica, proyectores de cine y un piano Bosendorfer rojo bermellón hecho a medida. El centro artístico Sôgetsu reunió a muchos artistas que luego obtendrían fama mundial, siendo un semillero de gran cantidad de nombres, por allí pasarían Yoko Ono o Yuji Takahashi. Ademas, John Cage, David Tudor y Merce Cunningham llegaron a Japón por primera vez a través de invitaciones del centro Sôgetsu. 

Otra de las figuras destacadas que pasó por allí y participó enérgicamente de este creacionismo vanguardista fue Toshi Ichiyanagi, un compositor japonés de música de vanguardia, con conocimientos orquestales en música clásica, siendo un promotor de la música experimental, electrónica, música de cámara, teatro y música para películas. Fue uno de los primeros miembros de Fluxus y un estudiante de Aaron Copeland, pero a diferencia de la mayoría de sus contemporáneos con genealogías similares, es en gran parte desconocido fuera del país de nacimiento. Entre 1955 y 1958 se trasladó a los Estados Unidos donde estudió con Vincent Persichetti en la Escuela Juilliard. Hacia fines de la década de 1950 se encontró con John Cage y se casó con Yoko Ono. 

En 1969, en plena etapa vanguardista, Ichiyanagi presenta un trabajo musical junto al ilustrador Tadanori Yokoo, una obra de música de vanguardia que combina una extraña sonoridad con una serie de coloridas ilustraciones, generando una experiencia artística en conjunto. ‘’Opera From The Works Of Tadanori Yokoo’’ es, supuestamente, una ópera, que presenta una serie de distintas estilísticas dentro de una música extraña y que generalmente consta de elementos y mesclas atípicas, combinando grabaciones de distintas índoles, como charlas, fragmentos de comerciales radiales, cantos tradicionales, motores a reacción, grabaciones de campanas o fragmentos de ranas chirriando en un estanque mientras de fondo se escucha un canto extraño. Todo esto en un gran juego de cintas, con grabaciones diversas que representan íntimamente los diversos porvenires de la cultura japonesa, expuestos bajo el inequívoco espíritu vanguardista de Ichiyanagi, que convierte en música a elementos con los que uno jamás se hubiese esperado encontrar, sin dejar de lado jamás el escepticismo, el rupturismo y la parodia de los valores convencionales japoneses.

Junto al vinilo original venían adjuntadas unas páginas ilustradas a color, con una serie de 24 tarjetas postales cuidadosamente diseñadas que representan carteles hechos por Tadanori hasta 1969 para varias compañías de teatro. Aunque Tadanori no es el único invitado en el trabajo, también se hacen presentes Yuya Uchida y su banda de rock The Flowers, quienes participan de dos tracks, en los que se encargan de ejecutar una sesión de música libre, aparentemente de rock psicodélico acido, desplegado libremente y al parecer improvisado, sin restricciones ni ataduras, como una especie de free rock en el que todo vale y en el que en el envión que toman trascurren por diversas sonoridades, exploran distintas intensidades y experimentan con todo tipo de arrebatos instrumentales.


A la hora de encarar esta música vale tener en mente las nociones que el mismo Ichiyanagi concebía o qué era lo que pensaba al respecto. Primero que nada, de 1959 a 1970 Ichiyanagi estaba pasando por su etapa de música concreta, o sea que se alejaba de la convenciones establecidas, mantenía un espíritu rupturista respecto al estado conservador y la alienación de la sociedad japonesa moderna, lo que significaba que la misma expresión se volvía el medio y no el fin, la manifestación y no el producto, haciendo de su música un canal por donde desfilaban elementos que comúnmente no coexistían juntos y no eran utilizados en la música convencional, como el ruido. Además, en unas palabras Ichiyanagi nos dejó dicho que: ‘’Si realizamos una trama fuera del resultado, el acto en vivo no tiene sentido porque la realidad es infinita. Lo importante es lo que lo impulsa y el proceso en sí’’, en esto tal vez nos quiera mostrar lo poco interesado que estaba ante cualquier crítica que pudiera recibir, y que su arte contenía un significado vivo que podía apreciarse solo al momento en que era manifestado. 


Estando fuertemente influenciado por los métodos de azar e indeterminación de John Cage, Ichiyanagi desarrolló sus propias técnicas y enfoques estéticos al componer partituras gráficas, caracterizadas por un aumento gradual en el rango de la libertad en la ejecución y por la sustitución de la notación musical con símbolos abstractos. A pesar de los cambios aparentemente radicales en la orientación compositiva que la música de Ichiyanagi ha experimentado desde la década de 1960, los principios fundamentales de su filosofía estética no han cambiado. Entre los más destacados, el enfoque de Ichiyanagi hacia la indeterminación asegura la noción de incompletitud en el arte: el artista deliberadamente deja la obra incompleta para que las actividades musicales creen un camino hacia el descubrimiento al sacarnos de nuestro modo habitual de percepción. Para Ichiyanagi, el arte de la indeterminación ha sido un viaje de toda la vida en el ejercicio de la conciencia de tales principios a través del sonido. 

Estas son unas palabras de Ichiyanagi acerca de su relación con la música: ‘’La música ha sido definida como arte temporal, sin embargo, los elementos temporales de la música se han ido reduciendo y faltando gradualmente desde finales del siglo XIX. Siento que debemos compensar la falta de esos elementos e introducir nuevos elementos, que pueden ser una alternativa a ellos, en mi caso, es un espacio sustancial, con el fin de restaurar la riqueza espiritual que proporciona la música. Los elementos conceptuales, que pueden considerarse como contraste y opuestos, son, por ejemplo, Oriente y Occidente, relatividad y absolutez, naturaleza y artificialidad, y antigüedad y modernidad. El muro entre la composición y la interpretación, que han sido altamente especializados en los tiempos modernos, también se puede contar entre ellos. En mi país, Japón, nuestras artes escénicas tradicionales no han tenido tal división desde los primeros tiempos. Me da mucha estimulación y valor para pensar en la creación de nueva música.’’

Cod: #1328

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