Con excusa de la presentación de su disco "Black Light", John McLaughlin y ‘su banda’ The 4th Dimension se presentaron en el teatro Gran Rex, en medio de una gira mundial, que afortunadamente los traería a la Argentina, y poder disfrutarlo, para poder tener el lujo inmenso de escuchar a tal leyenda del jazz fusión como lo es McLaughlin.
Tuve la suerte de presenciar ese concierto, realmente no me esperaba nada en particular, sabía que se trataba de una leyenda y no quería perdérmelo, pero hasta entonces no había seguido sus últimos trabajos, solo había escuchado a la Mahavishnu, así que fui con la intriga de no saber què era con lo que me iba a encontrar y la sorpresa fue mayúscula, inmensa.
Armados con lo mejor de la tecnología actual, en cuanto a instrumentos y sonido, salieron al escenario esa noche lluviosa de Abril, eran cuatro fieras increíbles, no solo John se destacó sino que también se las arregló para encontrar a gente tan monstruosa como él, por lo que no fue un concierto sino una exhibición de grandeza y virtuosismo de una calidad tal que dudo mucho que alguna vez vuelva a presenciar. Hicieron un jazz rock totalmente actualizado, innovador, que demostraba que John jamás se quedó en los mitos del pasado y de sus trabajo, sino que siguió evolucionando hasta hoy, sin perder jamás la vanguardia.
Ya desde hace algunos años que viene funcionando esta banda, The 4th Dimension, integrada por: Gary Husband, en teclados y percusión, que no solo es un maestro concertista de jazz y clásico, a nivel de elite, sino que es un baterista feroz, por momentos dejó los teclados y se sumó tambien a la batería, (si, había dos baterías sonando a la vez) demostrando que era tan bueno en ambos instrumentos. Además del indio Ranjit Barot, en batería y voz, otro maestro de la percusión, un intérprete y acompañante perfecto para la guitarra de John, demostrando sus dotes e incontables habilidades percusivas, técnicas, una versatilidad inesperada, además de aportar algunas voces e improvisaciones vocales en algunos temas.
También en el grupo, el camerunés Etienne Mbappe, en bajo, una fiera temerosa que tocó lo que quiso, hizo lo que quiso siempre, tocó a la velocidad que se le ocurrió, sin jamás haberle detectado siquiera un error o distracción; pasó por una cantidad de escalas extrañas, que parecían de otro estilo, más avanzado a lo ya avanzado y sofisticado que tocaban los demas, cosas que ni siquiera John tocaba en su guitarra. Y por último, por supuesto, John en guitarra, un caballero del jazz fusión, siempre elegante, impecable con sus vestiduras y su brillante guitarra que comenzó a rugir sonidos inesperados desde el primer segundo hasta el último.
Maestros musicales a nivel de élite, que hacían lo que querían, jugaban con las velocidades, improvisaban de forma inexplicable, invertían escalar o las modificaban como les parecía, variaban intensidades y velocidades de interpretación muy rápidamente y casi sin despeinarse, varíaban mucho el sonido incluso dentro de cortos periodos de tiempo dentro de un mismo tema. Un estilo en el que aparecía jazz, toques de blues, clasico, música indú, progresivo.
Realmente esta gente, como dije anteriormente, no dio un concierto sino una eximia exhibición de virtuosismo y despliegue con una calidad de élite mundial, haciendo un jazz fusión explosivo, que no se puede llegar a apreciar en audio, debe ser escuchado en vivo para sentir realmente lo que logra, lo que alcanza.
Desde el primer segundo que comenzaron a tocar explotaron y jamás bajaron de ese limbo innovador, y de esos cuatro maestros salía algo muy adelantado, muy complejo y sofisticado, un jazz fusión que sobrepasaba las ideas que uno puede tener sobre complejidad; se trataba de estructuras complejas, no solo en un sentido estructural, que obviamente eran muy complejas (por momentos) en cuanto a cantidad de partes y arreglos, sino que además de instante en instante se iban modificando.
En algunos temas lo que hacían no se volvía a repetir jamás luego de 3 o 4 segundo de ser tocado, por más que interpretaran una base específica, tanto la batería como el bajo y el teclado, iban modificándose y haciendo bases que no repetían patrones. El mismo John, en un momento en el que se refirió a ‘sus musicos’ (por así decirlo), dijo: ‘'They can play anything'’, y realmente era así, ellos podían tocar lo que sea, cualquier cosa que le pidieran, no tenían limite.
Uno sonido además muy emocionante, muy conmovedor, con una carga espiritual muy fuerte, especialmente por el lado de John, que siempre ha manifestado (con su manera de hablar tan pacífica y sus acercamientos a la música india por ejemplo) una sensibilidad particular y un acercamiento hacia lo místico; aunque los demás músicos también lo sentían así y lo manifestaban de esa forma. Los cuatro estaban compenetrados en lo que hacían y funcionaban en un círculo perfecto, entendiéndose a la perfección los unos los otros.
Un concierto de dos horas y media, en el que interpretaron todos temas del grupo, algunos temas nuevos, aunque también sumaron varias interpretaciones especiales de otros temas, un tema dedicado a Carlos Santana, y otro, en un momento muy emotivo, dedicado a Paco de Lucia, ambos músicos a los que John estaba homenajeando y con los que ha trabajado en varios discos. En el show también hubo lugar para composiciones como "Light at the edge of the World", "Echoes from them", "Abbaji" y "The creator has a master plan", entre otras.