Especias de todo el mundo se encuentran en esta celebración musical que es toda una declaración de intereses donde convergen elementos de música hindú, vanguardismo y libre improvisación estilo free jazz, retorciendo el propio jazz hasta llegar a niveles pocas veces visto y de un carácter distintivo de la autora y creadora del mismo, Alice Coltrane, la representante de un legado al que supo honrar pero de manera creativa, continuando por una senda de desarrollo que la encontró plasmando en música sus propias visiones espirituales del jazz, extrayendo de la música del mundo sus más exóticos sabores y creando con esto una música de jazz espiritual única.
Este sonido pertenece al periodo más cósmico de Alice, por lo menos en lo que a su arte respecta, ya habiendo dejado atrás sus primeras publicaciones de vanguardia y permaneciendo en medio de una mutación de su estilo que la ubicaba no solo experimentado e improvisando a la vanguardista sino además sumando a su repertorio la música tradicional hindú, sin dejar de lado por supuesto toda la espiritualidad que esta conlleva, con los trances, lo ritual, lo místico, los viajes por el cosmos y los encuentros con otras realidades etéricas, y se puede apreciar como la misma Alice se encuentra en un estado alterado, su suave voz al presentar el concierto lo refleja, como poseída por un aura proveniente de otra esfera, siendo esta música un reflejo de su estado y otro trance que intensifica su ya transe interno, viajando por el cosmos montada en su aura de vanguardia del mundo, rumbo a lo desconocido e infinito.
Este disco está compuesto por cuatro extensas piezas de un jazz ultra vanguardista desplegado en lo extenso del tiempo y el espacio. Las cuatro pistas presentadas rondan entre los quince y veinte minutos cada una, siendo exploraciones en las que cada piezas es única e irrepetible, transitando por diversas partes, sub partes y motivos internos, alternando entre momento de estilo hindú con sarod, momentos de contrabajo, momentos de vanguardismo con órgano y hasta aparece un arpa, Alice era tan buena con la teclas del órgano que como con las cuerdas de su arpa.
Esto es más que una fusión, es un encuentro por aproximación, es una búsqueda que trasciende lo musical aprovechándose del mismo sonido como forma de transporte y veneración de lo sagrado, de la conciencia universal, de aquello que es innombrable pero que cuando surge es capaz de destruir el campo de lo conocido hasta vaciar a la mente de sus vicio más pestilentes, siendo la muerte la esencia de la vida y la nada la esencia del todo.
La percusión de la batería y los ritmos que alcanza se vuelven interesantes, no es una libre ejecución al azar como en el free jazz más clásico, en esta oportunidad la batería, además de sumarse al dinamismo de la música aportando un percusión libre y exacta que encaja a la medida de los demás instrumentos, también ofrece ritmos en general movidos y dinámicos, aunque libres pero permanentes, por lo que las sesiones improvisadas aunque libres adquieren un ritmo dinámico que funciona con cierto parentesco de estilos más convencionales, es una buena combinación y un buen detalle el de la batería en ese rol tan particular.
La calidad del sonido no es excelente pero es lo suficientemente buena para poder aprovechar la música con fines recreativos y creativos. La calidad relativa de la grabación contribuye al misticismo sonoro, dotándole a la cualidad de la música de un término de mayor rusticidad, intensificando el caldo de cultivo donde todo ocurre. Este es en realidad un disco pirata no autorizado, consiste en una grabación en vivo, se trata en realidad de una grabación de un concierto dado por Alice en el Berkeley Community Theatre, en Berkeley, California, en 1972, y que fue rescatado y publicado recien en 2019, en una tirada en vinilo doble.
Quienes la vieron tocar en vivo recuerdan que ella, en los conciertos, parecía estar como en un especie de transe místico, como ubicándose en un limbo de donde obtenía la fuerza vital, la fuerza creativa, el empuje necesario, la energía que la poseía a ella y a la que transmitía con su música, que era un medio por el que comunicaba y por el que transitaba esa energía, enviándola hacia los oyentes. Es sabido que ella había emprendido un camino de vida de introspección, estudio espiritual, encuentro con maestros, meditación y ascetismo general, y su música no dejó de ser un reflejo de esto.
Alice conoce a John Coltrane en 1963, año en que se enamoran y comienzan una relación que terminaría en un matrimonio. Tuvieron tres hijos entre 1964 y 1967. Al principio, la maternidad interrumpió la carrera musical de Alice. Mientras John estaba arriba, en su casa en Fort Dix, Nueva Jersey, meditando y rezando cinco días seguidos mientras componía ‘’A Love Supreme’’, ella cuidaba a los niños y lo apoyaba. En julio de 1967, solo cuatro años después de conocer a Alice en Birdland, John Coltrane murió de cáncer de hígado. Cuando su esposo murió Alice continuó trabajando con miembros de su último grupo, incluido el saxofonista Pharoah Sanders y el baterista Rashied Ali. Ella comenzó a tocar el arpa, utilizando sitar y tablas en el conjunto, y recurriendo completamente a las culturas orientales en busca de inspiración.
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