Decidido a buscar otro sentido a su vida, Newbern se interesó por el creciente movimiento de su generación, con intereses siempre por la espiritualidad oriental, el modo de vida alternativo, las nuevas estéticas y el desarrollo de nuevas expresiones artísticas. Interesado por la espiritualidad y las distintas visiones religiosas de distintas culturas, comienza a leer textos como ‘El Libro Tibetano de los Muertos’, textos budistas, Zen, libros de Suzuki Roshi, Alan Watts, Paul Reps, entre otros. Su búsqueda espiritual, combinada con sus intereses musicales, lo conducirían a desarrollar un estilo totalmente personal e innovador, dentro del campo de la psicodelia, que recién estaba naciendo para esos años de mediados de los 60s.
Era tan solo un jovencito convertido en trotamundos, viviendo en la calle con su guitarra de doce cuerdas y su bolsa de dormir, hospedándose donde pudiera, tocando en la zona costera de Berkeley, en cafés y restoranes, para mantenerse. Fue allí, tocando su música, cuando fue visto por, ni más ni menos que, Allen Ginsberg, uno de los principales poetas de la generación beat, él quedo encantado con la música de Malachi y sin decirle nada a este se contactó con Allen Livingston, por aquel entonces presidente de Capitol Records, avisándole de un joven guitarrista que había visto en la calle.
El sello se contacta con Malachi y, para su sorpresa, se le ofrece la chance de graba su música. Allen Livingston era amigo de Micheal Harner, profesor de antropología en la Universidad de Columbia, Nueva York, tanto Harner como Ginsger quedarían fascinados con las innovadoras ideas musicales de Malachi, tanto que ambos se encargarían de redactar un texto para la contra portada del disco que lanzaría el joven músico.
Así Malachi fija en fuego su música, con el ‘Holly Music’, disco grabado en el ‘Columbus Recording Studio’, en San Francisco, el 17 de Agosto de 1966, con la ayuda de un futuro miembro de Red Krayola, Steve Cunningham, y lanzado ese mismo año por el sello Verve, tratándose de una colección de largos instrumentales, folk acido-psicodélico, uno de los álbumes psicodélicos más tempranos a publicarse en la era lisérgica.
El trabajo nos ofrece una serie de sesiones de música psicodelia espiritual, una manifestación musical inconfundiblemente mística, reflejando la profunda influencia musical de los ‘estilos’ desarrollados por varias etnias que tuvieron mucho contacto con lo ‘’místico’’ desde sus culturas, especialmente por: los indios americanos, hindúes, y la música de tribus británicas (Ute).
‘Holy Music’ es un auténtico síntesis de las músicas espirituales del mundo, reinterpretadas bajo la visión del joven Malachi, quien emprende un viaje simbólico hacia algún extraño lugar, sobrecargado de misticismo y muerte. Su guitarra de doce cuerdas es la principal interlocutora entre este mundo y el mundo sonoro del que pareciera tomar prestadas algunas melodías, percusiones y algunos cantos lo acompañan. Para nada acomplejado por ningún parámetro, da a su música la forma que le place, y su guitarra ejecuta todo tipo de elementos y artilugios; la música es sencilla, minimalista, tranquila.
Algo adelantado para su época, no por el carácter experimental propiamente dicho, ya que la música experimental (además de la música concreta) existe desde bastante antes de este disco, e incluso para aparición de la influencia oriental ya estaba presente en el folk experimental de la generación beat (anterior a los hippies), pero su relación tan íntima con ‘lo psicodelico’ y ‘lo espiritual’, ya en ese año 1966, hacen que el sonido esté por lo menos un par de años antes que muchos trabajos psicodélicos posteriores, similares o experimentales.
Michael Harner escribió estas palabras para la contra-portada del disco: "La música de Malachi trasciende las tradiciones de Oriente y Occidente, y representa la síntesis perfecta entre la estética, la filosofía y la religión, síntesis en la que todavía están trabajando los participantes de la revolución psicodélica. Con influencias de la música de la India y del indio americano, pero sobre todo es la música del espíritu humano, de carácter universal, que evoca las exploraciones de meditación a través de todos los sentidos. Es música psicodélica en el sentido más honesto, como es la danza de sol de los nativos americanos de la tribu ‘Ute’, o un raga, o los cantos gaélicos. Dentro de nosotros mismos, por debajo de las innovaciones musicales de los últimos mil años de historia europea, oímos un tambor diferente, y Malachi nos permite palpitar una vez más lo más profundo. Él no está imitando, ni siquiera combinando diferentes patrones culturales, sino que está descubriendo, al igual que muchos de esta generación recién despertados, los sentimientos, visiones y sonidos que han permanecido latentes bajo la "realidad" acondicionada de la civilización occidental. Escuchar a Malachi es sentir la unidad de uno con el hombre"
Lo mismo haria Allen Ginsberg, quien dejaría estas palabras sobre el trabajo: "Malachi se aproxima a la música en el espíritu de la conciencia: la meditación, altares, flores, hierbas, incienso, silencio, la comunión con uno mismo, la oscuridad y la improvisación. Él escucha en silencio a sí mismo y luego interpreta musicalmente lo que puede, de lo que escucha. Supongo que es un indio blanco, un nuevo arquetipo entre los nuevos estadounidenses. Poe habría disfrutado de su presencia.".
Newbern realizó muchos conciertos como Malachi, hacia finales de 1960, por el área de San Francisco, y pese a su respetable repercusión en la venta de su disco, aun así el sello decidió no seguir apoyándolo en un posible segundo disco, por lo que este seria su único lanzamiento discográfico durante esa época. Newbern continua haciendo música, sus nuevos trabajos pueden conseguirse en esta dirección.
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